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El comercio justo en la producción de cannabis: ¿Es posible?

Una señora, al norte de Colombia, que hace 40 años sembraba cannabis por necesidad de manera clandestina, a día de hoy (Con algo de suerte y mucho papeleo intermedio) lo hace legalmente para la asociación nacional Asocolcanna. Actualmente lleva una cómoda bata de laboratorio en su puesto de trabajo, sin embargo, en su juventud quedan todos esos años de ocultación, criminalización, miedo y violencia estatal. 

Cultivos de cannabis vistos desde el cielo
Los cultivos son separados con polisombras negras para evitar que entre la luz a los que son apagados. Foto de ElEspectador.com

Con la aparente legalización progresiva del cannabis en varios países del mundo, ha surgido una nueva industria multimillonaria que arrastra viejas problemáticas. Entre estos posibles problemas surge la siguiente pregunta: ¿Puede aplicarse un modelo de comercio justo a la producción de cannabis?

Cultivo de Cleaver Leaves ubicado en la zona de Pasca, Boyacá, para aprovechar la alta radiación de la zona.
El cultivo de Cleaver Leaves fue ubicado en Pasca, Boyacá, para aprovechar la alta radiación de la zona. Foto de ElEspectador.com

La historia de la señora colombiana no es única, pero tampoco es la norma. El negocio del cannabis se legaliza, sí, pero no se democratiza. Mientras grandes compañías canadienses y alemanas acaparan licencias de exportación, miles de campesinos que han cultivado toda su vida siguen esperando el permiso que les prometieron cuando les hablaron de legalización.


El comercio justo, históricamente vinculado al café, el cacao o al plátano, busca garantizar condiciones laborales dignas, precios justos y prácticas sostenibles para los productores, especialmente en países en vías de desarrollo. Aplicarlo al cannabis resulta un reto complejo, pero también una oportunidad transformadora e igualmente necesaria si queremos construir un futuro más verde.

Los 8 enfoques del comercio justo
Los 8 enfoques del comercio justo. Infografía de clac-fairtrade.com

En países como Colombia, Marruecos y algunas regiones del sudeste asiático, el cultivo de cannabis ha sido, durante décadas, una economía de subsistencia (frecuentemente ilegal) para comunidades rurales marginadas. Ahora, con el auge del cannabis medicinal y recreativo legal en mercados como Canadá, Estados Unidos y Alemania, la producción tiende a concentrarse en grandes corporaciones, desplazando a los pequeños productores y dejando atrás a quienes sostuvieron esta industria en la sombra.


En el Rif marroquí, donde cerca de 60.000 familias viven del cultivo de cannabis tradicional, solo un puñado han logrado acceder al nuevo marco legal aprobado en 2021 que busca mejorar sus condiciones, como indica La Vanguardia (2024). 

Cultivador de cannabis, en la provincia marroquí de Chauen en 2024. Foto de Mohamed Siali (EFE), tomada de ElPaís.com
Cultivador de cannabis, en la provincia marroquí de Chauen en 2024. Foto de Mohamed Siali (EFE), tomada de ElPaís.com

En Europa, la cosa no pinta mejor. En España, el cannabis no es legal ni ilegal, sino una ambigüedad con club social incluido. Pero si mañana se regulará el uso medicinal o recreativo, ¿Quién cultivaría? ¿Las cooperativas andaluzas? ¿O farmacéuticas con sede en Suiza?


Ya existen iniciativas que buscan acercarse a este modelo. En Colombia, la Asociación Colombiana de Industrias de Cannabis, Asocolcanna agrupa a pequeños productores que trabajan bajo estándares éticos y ambientales, y buscan insertarse en el mercado internacional del cannabis medicinal. En California, algunas marcas como Flow Kana promueven la compra directa a agricultores locales, apoyando modelos comunitarios de cultivo. Y en Uruguay, donde la legalización fue estatal y progresiva, el Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) lleva el control de precios, licencias y distribución.


Sin embargo, existen muchos obstáculos. Las barreras legales, los altos costos de certificación, la falta de infraestructura y el estigma social aún vigente dificultan la implementación de estándares justos a escala internacional. Además, las políticas antidrogas continúan penalizando a quienes más podrían beneficiarse del tránsito hacia un mercado legal.


Para lograr un verdadero comercio justo en esta industria emergente, los gobiernos deben diseñar marcos legales inclusivos, que prioricen la reparación histórica y la justicia social. También es fundamental que los consumidores se informen y opten por productos que respalden cadenas de suministro éticas, como ocurre con otros bienes de consumo consciente.


En definitiva, el comercio justo en la producción de cannabis es posible, pero automático. Requiere voluntad política, presión ciudadana y un cambio de paradigma que ponga a las personas, y no solo las ganancias, en el centro de esta nueva economía verde.


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